Kike Meana presenta sus series Autómatas, Paisaje Urbano, Retrato, Paisaje convencional, Figura, Metamorfosis, Dibujo, Apuntes, Matadero y Sujeto & Objeto. Unas obras en la que impera un riguroso interés en el dibujo como base en los trabajos. Recorrer esta exposición, es contemplar a dos maestro del dibujo desde su depurada técnica y sus impresionantes acabados, donde la extraordinaria riqueza de matices convive con una atmósfera y un aire que se pueden sentir, pero también lo magistral de sus manos reconocible en sus apuntes del natural. Un hipnótico mundo deshumanizado y desolador de sus Autómatas, donde con pincelada fresca y larga o vibrante carboncillo nos enfrenta a esa masa adocenada que puede ser esta sociedad y en la que todos, de alguna manera, nos vemos reflejados. Sus fantásticos paisajes urbanos, míticos por su atmósfera, su luz y su color o esas inmensas panorámicas de La Habana, de Londres o de Madrid, nos sobrecogen, mientras sus más pequeños acercamientos a trocitos de esas mismas grandes urbes, nos muestran su vida cotidiana y sus rincones más íntimos con la misma fuerza y belleza, incluso también en sus duras e intensas series Metamorfosis o Matadero. Pero como no podía ser de otra manera, un artista total no puede dejar de lado la figura y el retrato. Siempre con referencia a sus queridos grandes clásicos, bajo la omnipresente influencia del Maestro de Maestros, Velázquez, de quien es un fantástico admirador y conocedor. Aquí su pincelada larga y potente fundirá el óleo y conectará cada elemento con la magia de los grandes.
Por su lado, Jaime Valero presenta El agua entra en escena, La intimidad y el agua, El agua en el retrato - Los grandes formatos, Trabajos más recientes, Hacia la Ruptura, Formato menor, acuarelas y apuntes e Investigación y búsqueda. Jaime pintor es la proyección de Jaime persona y por tanto su obra es conceptualmente sólida en fondo, y en forma elegante, excelsa y especialmente rica en un océano de colores, tonos, matices y valores, convirtiendo su pintura en una obra coral, con la maestría de los pocos que consiguieron aliñar mágicamente tantos ingredientes y regalarnos una obra universal. Su obra es sólida, compacta y ofrece al espectador una pintura cargada de una magia paralizante que saboreas hasta el último rincón; es como ese plato exquisito de Gourmet que no quieres que se termine. Gracias a las pinceladas disueltas unas con otras, la extensa paleta de color y un abanico inagotable de recursos pictóricos, sumados al muy acertado tema del agua como agente catalizador del color, nos propone un lenguaje superlativo. Jaime ha ido experimentando durante este largo viaje una evolución Darwiniana, y es que siempre ha sabido adaptarse a las nuevas corrientes del realismo conceptual. Sus retratos integrales, sin estridencias y sin pretensiones asoman de una forma que en este género de “retrato sobredimensionado” no se ha visto nunca. Jaime Valero ocupa misteriosamente un espacio tridimensional gracias a sus suaves y fundidas pinceladas mientras que envuelve el rostro con una luz que recorre acariciando la piel para desaparecer sin hacer ruido.